Hoy te cuento un cuento.
Día 12 de la onda del Viento. Kin Caminante del Cielo 12 cristal.
Desde pequeño sentía un profundo vínculo con el viento, allá donde vivía era un espíritu con los que mi pueblo convivía y así crecí sintiendo su fuerza y su valentía. En mis momentos de juego sus sonidos ponían música a mi tiempo y más de una vez imaginé que me atrapaba en un remolino cálido y me llevaba más allá de donde mi mirada era capaz de alcanzar.
Cabalgando en su lomo descubrí nuevos paisajes, culturas, lenguas y personas incitando cada vez más mis ganas de viajar. Ávido de conocimiento inicie un pequeño diario donde escribí todas mis aventuras, mi cuerpo no se movía de casa pero mi mente se abría cada vez más a aceptar las maravillas y bellezas que el mundo escondía.
En mi pueblo me gané el apodo del «aventurero que sueña», a todos les gustaban mis historias, las leía entorno al fuego por la noche, amenizando la vida de mi clan. Encontré así mi lugar en él, convirtiéndome en un sabio contador de cuentos.
Una noche de luna se acercó a mi hoguera una joven, «sin mano» la llamaban por la pérdida de uno de sus miembros nada más nacer. Era una mujer preciosa, su rostro expresaba la tristeza de su situación en el clan, y aunque todos la querían por su corazón bondadoso, su incapacidad para ciertas tareas la tenían recluida y separada de la vida grupal.
Ella sonrió, se sentó en silencio a escuchar mi historia mientras miraba fijamente como las llamas se alzaban valientes hacia el cielo.
Piel de bisonte era un gran guerrero, llegó el momento de su prueba de madurez donde debía emprender un viaje a la montaña sagrada que se encontraba al final del desierto seco. Con él se llevó agua, un cuchillo y su piel de bisonte, ligero de equipaje emprendió su búsqueda con confianza. Era joven y fuerte, enfrento el reto del desierto seco con la bendición del gran espíritu y en minutos desapareció por el horizonte.
Llevaba andado mucho camino cuando sus fuerzas se desmoronaron, en medio del desierto solo y débil decidió descansar, tirado en la arena pasó 5 días con sus noches, nunca pensó que su cuerpo cedería y en un intento por seguir pidió ayuda al gran espíritu: la montaña le habló de su poder, la arena de su capacidad de cambio y el viento de la fuerza de su espíritu.
Fue entonces cuando la noche cubrió todo con su manto y las estrellas iluminaron su camino, la luna le ofreció agua y piel de bisonte entendió que su fuerza no provenía de él, que todo era dado por el gran espíritu. Su corazón se abrió a sentir el poder de su alma conectada a la gran fuerza de la existencia y así encontró el camino que lo llevó a realizar su propósito.
«Sin mano» me miró fascinada, no todos venimos a convertirnos en lo mismo, cada uno debe encontrar su lugar y su poder, este reside en nuestro interior y existe en cooperación con lo divino. Gran espíritu no da ni quita nada al azar, la experiencia vital nos condiciona, la experiencia espiritual nos libera. Piel de bisonte fue el mejor chaman que tuvo su clan, su sabiduría ayudó a su pueblo a no perderse en el camino.
A partir de esa noche bendecida por la luna, «sin mano» aprendió a volar con su mente, su imaginación despertó como el sol lo hace cada amanecer, su espíritu me acompañó hasta la vejez y sus cuentos viajaron a través del tiempo hasta nuestros días.
La discapacidad está en nuestra mente, todos somos honrados con un propósito elevado, ir más allá de los límites auto-impuestos nos abre a la posibilidad de Ser en cuerpo y alma.
Yo soy más de lo que puedo ver, sentir e imaginar, yo soy otro tú